Siervo de Dios P. Federico Salvador Ramón
ÁRBOL DE HOJA PERENNE
Las personas grandes como el Padre Federico Salvador Ramón, son como árboles de hoja perenne.
A despecho de las estaciones cambiantes, mantienen imperturbable la lozanía.
Así fue el padre Federico, su legado personal es todavía fragancia para sus hijas las Religiosas Esclavas de la Inmaculada Niña, y para todos cuantos le queremos.
Su vida, sus sinsabores, sus alegrías, se fueron tejiendo, haciendo de él un fundador santo.
Mientras otros árboles mudan de hojas o se acomodan a las exigencias del clima, apareciendo unas veces cubiertos de verdor y otras desnudos, los de hojas permanentes mantienen siempre la frescura: Así fue el corazón del Padre Salvador.
Su vida se ha convertido entre sus hijas y entre todos cuantos le queremos en un símbolo.
Su capacidad transformante, enriquecedora y santificadora, traspasa los límites de la Congregación que fundó, las Esclavas de la Inmaculada Niña, y llega hasta nosotros.
El Padre Federico Salvador Ramón, fue un fundador santo. Su vida fue un continuo compromiso de seguir a Cristo, de imitarle y de configurarse plenamente con El.
El Padre Salvador fue una persona sencilla, pero grande aunque sin título, por su amor, por su entrega a los más pequeños y pobres; grande sobre todo y ante todo, porque supo mirar al mundo desde otra perspectiva: los ojos y el corazón de Dios, que llenó su vida y lo hizo plenamente feliz.
Padre Federico al igual que el buen samaritano del Evangelio, no pasó de largo ante el necesitado, ante la mujer marginada, ante el que sufre en el cuerpo, ante el necesitado de consuelo, de perdón y de escucha, ni ante tantos otros que encontró en el camino de su vida.
Padre Federico se hizo cercanía, acogida y respuesta para ellos, porque todos ocupan “un lugar preferente en el corazón de Dios”.
La historia y la vida del Padre Federico Salvador Ramón, y la de la Congregación que fundó junto con Madre María del Rosario Arrevillaga Escalada -las Religiosas Esclavas de la Inmaculada Niña- están entretejidas en una búsqueda continua de la voluntad de Dios, de vivir en verdad.
Una historia de unión con Dios que lo mantuvo centrado y libre, una vida de oración que fue liberando su corazón y su mente para el conocimiento y la experiencia del Amor.
Padre Federico experimentó que el amor de Dios, celebrado y adorado en la Eucaristía, se había apoderado de su corazón y quería transformarlo por completo, y se dejó hacer en las manos del Alfarero, que quería servirse de él para manifestar el amor y la misericordia entrañable de su Corazón a todos los hombres.
Padre Federico supo trasmitir a sus hijas, las Esclavas de la Inmaculada Niña, sus ideales y su carisma, de entrega generosa y humilde al servicio de todos los que sufren.
En medio de dificultades mantuvo la fortaleza de ánimo, sus ideales y su inquebrantable confianza en que Dios lo cuidaba y lo llevaba en las palmas de sus manos.
Durante su vida vivió alegre y confiado en el amor de Dios.
Los pilares de su vida y de la espiritualidad del Padre Federico estuvieron en Dios, en sus hijas y en todos cuantos acudían a él pidiendo ayuda.
Padre Federico fue profeta de la ternura y de la misericordia de Dios, y supo vivir y morir por una causa, haciendo realidad la caridad que daba fuerza a su coraje, pasión e intrepidez evangélica a su fe y a su esperanza.
La profunda experiencia del Evangelio vivida por Padre Federico, hace que la presencia del Espíritu impregne su vida.