«El espíritu de sencillez y de docilidad es el distintivo de la Esclavitud de la Divina Infantita. (LOMF sencillez, 40)
Hacia una vida transformada y transformadora: Espiritualidad EIN
“La Esclavitud tiene su vida en la Iglesia
y se ordena a su servicio… debe integrarse
en la Iglesia Particular verificando constantemente
la propia fidelidad al Señor, la docilidad al Espíritu,
la audacia en las iniciativas y la atención a los signos
de los tiempos” (Cfr. Constituciones nº 7)
Introducción
Según este punto de nuestras Constituciones, la Esclavitud de la Inmaculada Niña integrada en la Iglesia Particular debe verificar la docilidad al Espíritu, entre otras acciones y virtudes, así como la audacia.
Primero cabría preguntarse: ¿Cómo podemos verificar la docilidad al Espíritu? y para responder a esa pregunta tendríamos que examinarnos a nivel personal y en sinceridad ver si somos dóciles.
Segundo qué estilo de vida estamos llevando a cabo y si tiene que ver con el espíritu de las Esclavas de la Inmaculada Niña. Seguidamente es importante que cada una reconozca cuáles son sus resistencias y el porqué de las mismas.
La docilidad se contrapone a la resistencia, esta es la clave: docilidad contra resistencia.
Significado de Docilidad
¿Qué significa ser dóciles al Espíritu?
El Papa Francisco en una de sus homilías en Santa Marta decía que la docilidad al Espíritu consiste en “recibir el Espíritu que me lleva a la Palabra con docilidad, y esta docilidad que no pone resistencia al Espíritu, me llevará a un estilo de vida, a un determinado modo de actuar”.
“Recibir con docilidad, la Palabra, conocer la Palabra y pedir al Espíritu la gracia de hacerla conocer y después ofrecer el espacio necesario para que germine y crezca en aquellas actitudes de bondad, ternura, generosidad, paz, caridad y perdón: todo eso es lo que caracteriza el estilo cristiano de vida.” Y añade: “Es el Espíritu el que nos guía para que no erremos. Debemos acogerle con docilidad, conocer el Espíritu en la Palabra y vivir según el Espíritu”.
“Para encontrar a Dios Ntro. Señor tenemos que vivir muy hundidas en el conocimiento de nuestra profunda miseria, y entonces es cuando lo sentimos a Él, porque a medida que el hombre se ve a sí mismo y se conoce tal cual es, allí está Dios llenando el corazón, fortaleciendo el alma, dándole deseos de sacrificio y oración. Entonces sí podemos llegar a Él como niños pequeñitos, llenos de docilidad y sencillez, llevándole nuestro corazón herido de amor.” (LOMF Oración 223)
En resumen: 3 pasos para ser dóciles al Espíritu Santo
1.- El primer paso en el camino de la docilidad es recibir la Palabra, que abre el corazón.
2.- El segundo paso es conocer la Palabra, conocer a Jesús, que dice: «mis ovejas escuchan mi voz, las conozco y me siguen.»
3.- El tercer paso es familiarizarse con la Palabra. Para traer siempre la Palabra con nosotros. Para leerla, para abrir nuestros corazones al Señor, abrir nuestros corazones al Espíritu, quien nos hace entender la Palabra.
Y el fruto de esto, recibir la Palabra, comprender la Palabra, llevarla con nosotros, tener esta familiaridad con la Palabra, es un gran fruto.
Una persona que hace esto muestra bondad, amabilidad, alegría, paz, autocontrol y mansedumbre… Esta mansedumbre es la actitud que nos da docilidad hacia el Espíritu.
Pero tengo que recibir al Espíritu que me trae la Palabra con docilidad. Y esta docilidad, al no resistirme al Espíritu, me trae este modo de vivir, este modo de actuar, este modo de ser y este modo de pertenecer a una familia, en nuestro caso a las Esclavas de la Inmaculada Niña.
“Demuestren que tienen alma a propósito para el sacrificio, que no aspiran a ser primeras jamás sino que saben anonadarse y humillarse y saben obedecer ciegamente, con prontitud, sin réplica nunca ante un mandato, y siempre dobladas y llenas de docilidad se colocan en los últimos lugares y allí están contentas, silenciosas, llenas de recogimiento , sin murmurar, aprovechando las gracias que reciben y probando con hechos que han adquirido ya las gracias de la verdadera Esclavitud.”(LOMF anonadamiento 132)
Recibir, conocer, llamar
Recibir la Palabra con docilidad, conocer la Palabra y llamar al Espíritu para concedernos la gracia de entender y dar espacio para que esta semilla brote y crezca en esta actitud de bondad, mansedumbre, paz, caridad y control en nosotros mismos. Todo esto demuestra una actitud cristiana.
No fueron los Apóstoles los que predicaron a los paganos en Antioquía, sino otros cuyos nombres no conocemos. Y cuando el apóstol Bernabé llegó a Antioquía, vio allí la gracia de Dios, descansando en corazones fieles a Él.
El Espíritu no nos guía a no hacer mal, nos guía a recibir con docilidad, a conocer el Espíritu en la Palabra y a vivir según el Espíritu. Y esto es lo opuesto a la resistencia, por la cual Esteban reprendió a los doctores de la ley: «¡Siempre os habéis resistido al Espíritu!»
¿Nos resistimos a la acción del Espíritu en nosotras? ¿Creamos resistencia o lo recibimos con actitud dócil y de sencillez?
Docilidad en la biblia
«Por eso, abandonad toda inmundicia, todo exceso vicioso y acoged con docilidad la palabra que, injertada en vosotros, tiene poder para salvaros.” (Sant. 1,21)
«Samuel respondió: «¿Acaso no se complace más el Señor en la obediencia a su palabra que en holocaustos y sacrificios? La obediencia vale más que el sacrificio; y la docilidad, más que la grasa de carneros.” (1 Samuel 15, 22)
«Te escribo con plena confianza en tu docilidad; y con la certeza de que harás mucho más de lo que te pido.” (Carta a Filemón 1, 21)
Docilidad como virtud
La docilidad es la virtud que nos lleva a hacer: “lo que se nos manda o aconseja tranquilamente sin violentarnos, ni oponer resistencia, y la que hace fácil que se nos enseñe. Es la predisposición para aceptar las indicaciones que recibimos para encaminarnos hacia el bien.”
La docilidad es hija de la prudencia y de la humildad y buena compañera de la mansedumbre, porque la actitud dócil es la que está abierta al aprendizaje a la corrección, al consejo, a aceptar que otros saben más que nosotros y que pueden y deben enseñarnos y nosotros debemos dejarnos enseñar sin resistirnos.
La persona dócil no ofrece resistencia a aprender, a ser aconsejada, a ser corregida. Más bien lo acepta con humildad e interés. Es más se manifiesta con asertividad.
La docilidad hace que no nos alteremos cuando nos manden y, si entendemos esta virtud, el acatar la autoridad en todos los órdenes no nos resultará tan áspero. El entender nos aliviará, nos facilitará y nos suavizará el obedecer y el dejarnos enseñar.
En el mundo de los seres inanimados como el de los materiales, podemos hablar de materiales “dóciles” haciendo referencia a los que se dejan trabajar, moldear, tallar, esculpir, (como la madera, el barro, la arcilla), y los que no son fáciles y generan resistencia, (como la piedra y la roca).
Pedir y escuchar un consejo a las personas capacitadas de darlo es una actitud en la vida no sólo humilde sino inteligente. Es más, empequeñece el margen de error en todos los órdenes. Por ello no tendremos que pagar tan altos precios al pensar que siempre nuestro propio parecer es superior al del que sabe.
Ser dócil a los ojos de Dios es hacer fácil que se nos enseñe lo que es bueno o malo según su Ley, la ley del amor, y no lo que a nosotros nos parece que la docilidad es. Dejarse enseñar sin rebeldía en todos los ámbitos de la vida, no sólo en los modos que pueden ser muy dóciles, sino en nuestro interior. La actitud de rebeldía, de soberbia, de rechazo, de egoísmo, de autonomía, de desobediencia, mal dispone a la persona a ser enseñada, aconsejada y a escuchar.
“Por supuesto que no podrá ser esclava un alma rebelde, un alma desobediente, un alma que no tiene docilidad para dejarse gobernar, porque solamente en una humildad profunda es donde se consiguen las gracias de la esclavitud.” (LOMF, Formación 10)
“El espíritu de Esclavitud es necesario en el mundo; el egoísmo es inmenso, la soberbia no tiene dique, la desobediencia es satánica; la Esclavitud se impone para infundir su espíritu de sacrificio, de humildad y de obediencia. A todas partes ha de llegar; a los altos y a los bajos, a lo último y a lo exterior. Dios lo sabe.” (LOPF, Esclavitud nº 59)
“A todas hijas mías les recomiendo, que sean muy obedientes, muy dóciles de juicio y muy dulces, porque esas tres cosas reunidas, obediencia, docilidad y dulzura ya saben que constituyen la semilla, la flor y el fruto de la Esclavitud.” (LOMF, Esclavitud 122)
La docilidad es fundamental en todas las etapas de formación, en donde se debe tener la actitud abierta hacia la necesidad de aprender. Antes que la formadora comience a enseñar a la formanda, esta debe tener la disposición de querer aprender de alguien, que le enseñen. La formanda dócil vuela en el aprendizaje.
“Las formadoras procuren crear un clima de mutua confianza, de docilidad y apertura en las formandas, dándoles testimonio de sencillez evangélica, de amistad, de comprensión y de respeto a su personalidad; de este modo podrán orientadas hacia una entrega de sí mismas al Señor y al cumplimiento de la misión de la Congregación. Condúzcanlas a colaborar activa, responsable y plenamente en su formación, fomentando en ellas el gozo de la propia vocación.” (Cfr. Constituciones nº 85)
“Las Esclavas, que hemos sido llamadas para inculcar en los corazones el amor a la verdadera devoción a la Stma. Virgen para hacer que aman con locura a la Divina Niña y a Dios Nuestro Señor y que lo busquen por el camino del sufrimiento, necesitamos tener mucha docilidad de juicio, mucha sencillez de alma, una voluntad rendida por completo, para que de esa manera, predicando con el ejemplo, logremos convencer a las almas.” (LOMF, AMOR A María, 201)
Es fácil constatar que, en todos los ámbitos de la vida, y mucho más para crecer en la vida espiritual y crecer en santidad, sin la docilidad es imposible que demos ni tan siquiera un paso adelante en orden a nuestra santificación y mejora personal, por consiguiente, en nuestras relaciones interpersonales, pues en muchos momentos tenemos que saber ceder, dialogar sin violencia y llegar a soluciones conjuntas para el bien de la comunidad.
“La santidad tiene que costarnos grandes sacrificios, desprecios, humillaciones, castigos, palabras duras; y todo eso lo hemos de aceptar con gusto y docilidad de juicio, porque de lo contrario nos exponemos a perder las gracias.” (LOMF, Humildad, 266)
Muchos autores hablan de la caña de bambú como el símbolo de la docilidad. La caña de bambú resulta ser más hábil que muchos árboles: no se quiebra con el viento, sino que se deja mecer por él, soportando su paso sin contratiempos. Para ello, se requiere tanta sabiduría como humildad, capacidad de considerar y aprovechar la experiencia y conocimientos que los demás tienen para no quebrarse ni agotarse por la soberbia.
El bambú es una planta útil y de profundo contenido espiritual.
Una leyenda asiática narra que “un joven agricultor siembra semillas de bambú, las riega y cuida con esmero, pero a los seis meses se aburre y deja de hacerlo. No se explica por qué no florecen. Siete años después, ve brotar los troncos verdes y redondos. Su elevación es tan rápida, que el campesino, ya no tan joven, afirma que puede hasta verlos crecer.
Le dice a su padre que los tallos han logrado alcanzar seis metros en apenas un mes. El viejo campesino le responde: «No es así. Los tallos, para alcanzar seis metros, han esperado siete años».
En eso radica la sabiduría del bambú. Durante siete años se prepara para convertirse en la planta de más rápido crecimiento del reino vegetal. En siete años acondiciona sus raíces, crece internamente y, cuando se siente listo, emana, se eleva y nada puede detenerlo.
Algunas virtudes del bambú que nos pueden servir para nuestra vida como EIN
- Crece internamente antes de lanzarte en pos de los sueños. Desarrolla tu «yo interno». En la medida en que sepas mejor quién eres y qué eres capaz de hacer, mejor enfrentarás los retos de la vida.
- Elévate y busca las alturas. Ya con raíces profundas y sólidas como el bambú, aspira a escalar más alto cada día, busca el cielo, sueña en grande. No te des por satisfecha jamás, ni mucho menos por vencida. Hazlo con el espíritu propio de las Esclavas de la Inmaculada Niña desde la sencillez y la humildad como una gracia recibida por parte de Dios. Se trata de vivir desde la gracia de la gratuidad y la entrega, la donación consciente de saber que le perteneces a Dios. Da gratis lo que gratis recibes.
- Sé flexible. El bambú, a la vez que crece, se alista para soportarlo todo. Ni el más fuerte de los vientos es capaz de hacerlo caer. Nada lo quiebra, aunque lleve sobre sí la más pesada de las cargas.
“Vamos a sufrir, porque sólo sufriendo seremos santas, sólo así fortaleceremos poco a poco nuestro espíritu, sólo así seremos humildes, obedientes, dóciles, y quién tiene docilidad no es difícil que alcance el triunfo sobre sí mismo.” (LOMF, Obediencia 140)
- Sé humilde y agradecida. El bambú no escatima cualidades, ofrece a todos, a cambio de nada, apoyo material y espiritual. Hazlo igual y notarás que tu ejemplo como discípula crecerá.
- Apóyate en la comunidad. Cuando se nace y se trabaja en equipo, como vive el bambú, te conviertes en ese alguien “sierva de Dios” para el éxito en medio de los fracasos de la vida. En los bosques de bambú, cada planta cuida de la otra.
María, Mujer dócil a la acción del Espíritu Santo
En el ambiente en el que nació María, la mujer vivía en una clara marginación en todos los ámbitos, tanto a nivel familiar, como social o religioso. Pero Ella es la mujer llena de Gracia, la mujer que vive el don de la gratuidad en todas sus acciones y situaciones, en Ella la acción de Dios no encuentra impedimento alguno.
Como escribe san Juan Pablo II en su bella carta apostólica Mulieris dignitatem (MD), «María significa, en cierto sentido, superar aquel límite del que habla el Libro del Génesis (3,16) y volver a recorrer el camino hacia aquel «principio» donde se encuentra la «mujer» como fue querida en la creación y consiguientemente, en el eterno designio de Dios, en el seno de la Santísima Trinidad. María es «el nuevo principio» de la dignidad y vocación de la mujer, de todas y cada una de las mujeres» (MD 11).
Vemos que María será saludada por el ángel, como «Llena de Gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Es más, María es una mujer llena del Espíritu Santo donde han fructificado sus dones.
Por los rasgos que los Evangelios nos dan de María, y lo que sabemos por historia de la situación de la mujer de su tiempo, podremos descubrir la acción del Espíritu Santo en María como mujer, haciéndola libre para poder corresponder con toda conciencia y libertad a los designios que Dios tiene sobre ella y, por extensión, sobre toda mujer, porque «María asume y abraza en sí misma el misterio de la «mujer»» (MD 11).
Confrontando la situación de la mujer de su tiempo y la actitud de María en los distintos acontecimientos de su vida, sobre todo a partir de los relatos de la Encarnación y la Visitación, podemos contemplar con claridad la acción del Espíritu Santo en la elegida para ser Madre del Hijo de Dios.
¿Eres consciente del don de la gratuidad en tu vida? ¿Cómo vives este don con respecto a tu comunidad y a los destinatarios de la misión? ¿Es el Espíritu el que dirige tu vida o eres tú quien quiere dirigirla?
Dios por medio de su Ángel se hace presente donde está María
En el pueblo de Israel, la mujer era considerada en todo de menor valía que el hombre, por esta razón ésta en el Templo de Jerusalén no podía llegar más allá del atrio de las mujeres.
Mientras que la clase sacerdotal, podía entrar en el Santo de los santos, por ellos allí se apareció el Ángel del Señor a Zacarías y le anunció que su petición había sido escuchada, mas tarde su mujer daría a luz un hijo (Lc 1,13).
Por lo tanto a la mujer le era absolutamente negado el acceso al Santo de los Santos, lugar por antonomasia de la presencia de Dios. Pero Dios, que quiere ser adorado en espíritu y en verdad (Jn 4,24), se revela a quien quiere y como quiere, por ello se hace presente por medio de su Ángel, en el lugar donde se encuentra María (Lc 1,28).
¿Dónde y en qué momentos se hace Dios presente en tu vida?
María es una mujer autónoma ante Dios y le da su consentimiento
La mujer de su tiempo, no tenía autonomía propia, no podía decidir, ni elegir hechos que marcaban toda su vida. Los votos con que un hombre se comprometía con Dios, era obligatorio que los cumpliera.
En cambio no sucedía así con las mujeres: los votos que esta hiciera a Dios estaban condicionados a la aceptación por parte de su padre o de su esposo, hasta tal punto de que podían ser considerados nulos, si se habían hecho contra la voluntad del padre o del esposo (Nm 30,3-17).
Por el relato de la Anunciación, podemos ver, como María es una mujer autónoma, que como pobre de Yahvé, tiene un gran sentido de la soberanía de Dios, vive de esta verdad, «Yahvé es el Señor; no hay Todopoderoso sino El».
En primer lugar, María acoge la soberanía absoluta de Dios en su vida. En segundo lugar, María, desde su libertad y responsabilidad acoge el designio de Dios sobre ella. Es más, también muestra su libertad ante Dios: antes de dar su consentimiento, pregunta al Ángel aquello que no entiende «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón»? (Lc 1,34}. Por último da «Su consentimiento activo y responsable… a la encarnación del Verbo.” (Cfr. Pablo VI, Marialis Cultus, n. 37)
¿Reconoces la soberanía de Dios en tu vida? ¿Qué puede significar “da su consentimiento activo y responsable a la encarnación del Verbo”?
A modo de conclusión
La docilidad regala sencillez, nos dispone a escuchar con atención, a considerar con detenimiento las sugerencias que nos hacen y a tomar decisiones más serenas y prudentes.
Podemos suponer que la docilidad nos convierte en personas inútiles, dependientes, influenciables, faltas de carácter y de decisión, pero cualquiera que desee aprender y desempeñarse satisfactoriamente en alguna disciplina o mejorar en su vida personal, se pone voluntariamente bajo la tutela de alguien, con el fin de progresar en un camino seguro.
En cambio asumir los errores, aceptar las quejas y correcciones, aunque nos cuesten y duelan, son signos de un alma joven, siempre moldeable y abierta a crecer. Ello es signo de juventud, apertura y tolerancia.
“Recogimiento a toda hora, buen espíritu que anima cada uno de sus actos de sacrificio, obediencia y docilidad para dejarse corregir sus defectos. Eso es amar a Dios, eso es tener locura por El y tenerlo verdaderamente presente en nuestros corazones. Esa es la alegría espiritual que quiero ver en Vds. y la que les dará la Esclavitud y con ella la santidad.” (LOMF, Anonadamiento 195)
Lo importante es reconocer el mérito de esas personas con experiencia y habilidades personales. Seguro que en tu vida hay alguien así. Quien se interesa por nosotras nos hará ver defectos y errores; pedirá una reacción que afecte a nuestra comodidad, pereza e incluso acedia; sanamente criticará nuestro modo de ser, carácter y conducta, pero con el objetivo de lograr nuestra mejora y crecimiento personal. También potenciarán lo que tenemos de bueno, sano y amable.
Es curioso pensar que las personas menos dóciles, son aquellas que solicitan una mayor respuesta y disposición a las exigencias que proponen. La docilidad exige ejemplo, intercambio y disposición personal para lograr un beneficio mutuo.
El espíritu dócil sabe considerar, atender y escucha para proceder con rectitud y sana intención. Por lo tanto prende a considerar todo lo que le sugieren, aunque no necesariamente le guste. Es más, concreta su buena disposición con acciones. Ya que sabe obedecer y seguir indicaciones.
La docilidad a la opinión ajena incrementa nuestra capacidad de adaptación a las nuevas exigencias y circunstancias que con relativa frecuencia se presentan; así como nos da la madurez para evitar empeñarnos en ser nuestros propios guías y jueces; y por ello se incrementa nuestro respeto y consideración por todas las personas.
Por último, se es más feliz al ponerse en manos de los demás, generando confianza por la seguridad que brinda el que se allana a la crítica ajena.
“Ya saben hijas mías, que no han de demostrar que son Esclavas por el traje; no es el signo exterior el que ha de convencer a los demás de que la Esclavitud la quiere Dios, sino la señal interior, como quien dice: la docilidad de juicio, la sencillez de corazón, la humildad profunda, la obediencia perfecta, el sacrificio constante, eso es lo que hablará muy alto en favor de la obra.” (LOMF, Esclavitud 160)
“En la vida religiosa podemos decir que siempre caminamos de la mano de ese Esposo dulcísimo que cariñosamente nos conduce a Él quitándonos nuestro modo propio, evitando en nosotras las caídas fuertes, las murmuraciones las faltas de obediencia y al cumplimiento de nuestros deberes, pero necesitamos tener mucha docilidad para dejarnos llevar por donde Él quiere; mucha dulzura para no contrariarnos cuando nos corrigen.” (LOMF, Dulzura 88)