El Rey Poeta, al vislumbrar el chispazo de eternidad que, como huella de la Divina Mano, el hombre ostenta en su alma, hizo vibrar en celestes arpegios las cuerdas de su cítara para cantar las palabras del Salmo VIII: «Lo hiciste poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honor y pusiste bajo su mando las obras de tus manos».
Trabajo realizado por María Dolores Mira Gómez de Mercado y Antonio García Megía, como un apoyo a la causa de Beatificación del padre Federico Salvador Ramón.