FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
DIA DE LA VIDA CONSAGRADA
En diversas ocasiones el papa Francisco nos ha recordado que la llamada a la radicalidad evangélica no es sólo de los consagrados, sino que es propia de todos los bautizados, pues todos hemos recibido la común llamada a la santidad. Lo propio de los consagrados es un seguimiento de Cristo de modo profético; y «esta es la prioridad que ahora se nos pide: ser profetas como Jesús. Un religioso nunca debe renunciar a la profecía». Pero no profetas de desventuras, sino profetas que saben revestirse de Jesucristo y que saben, igualmente portar las armas de la luz permaneciendo humildes, diligentes, despiertos y vigilantes.
¿Qué significa que los consagrados acentúan en su particular seguimiento del Señor la dimensión profética hasta ser profetas del amor de Dios, y que la misma vida consagrada es profecía de la misericordia?
El papa Francisco en la carta apostólica que dirigió a todos los consagrados el pasado 30 de noviembre de 2015, explica las características esenciales del verdadero profeta en relación con los consagrados: «El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimiento: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba (Cf. Is 21, 11-12). Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre; no debe rendir cuentas a más amos que a Dios; no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte». (Papa Francisco, carta apostólica a todas las personas consagradas Testigos de la alegría, n. 2)
«La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de su Palabra en las diversas circunstancias de la historia. El profeta siente arder en su corazón la pasión por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la proclama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el mal y contra el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del discernimiento espiritual y el amor por la verdad». (San Juan Pablo II, exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, 1996, n.84)
Algunos aspectos más peculiares de la consagración religiosa:
a) Dimensión cristológica.
La consagración religiosa es una representación, es decir, un hacer presente de nuevo en el mundo el modo existente que Jesús adoptó para sí mientras vivió en este mundo, a fin de hacer la voluntad del Padre, que caracterizó por una profunda vivencia del anonadamiento más radical.
b) Dimensión mariana.
María es aquella mujer de la que, llegada la plenitud de los tiempos, nació el Verbo de Dios hecho hombre y que desde entonces está asociada al misterio salvífico de Cristo.
c) Dimensión eclesiológica.
La consagración religiosa hunde sus raíces más profundas en la vida y santidad de la Iglesia; y por eso mismo es algo de lo que la Iglesia no podrá prescindir jamás; solamente así podrá la Iglesia ser la continuadora de la vida y de la misión salvadora de Jesús entre los hombres y mujeres.
d) Dimensión escatológica.
La consagración religiosa es la mejor demostración de que el misterio de la muerte y resurrección de Jesús continúa actuando en la historia, porque hay unos concretos cristianos y cristianas que están haciendo ya en este mundo todo lo posible por vivir el mismo dinamismo y la misma realidad que caracteriza lo que va a ser el destino definitivo de todos.
e) Dimensión de “perpetuidad”.
La consagración religiosa no es ciertamente un sacramento; y por consiguiente no imprime carácter al estilo del bautismo, de la confirmación y del orden sacerdotal; pero la consagración religiosa tiene algo análogo: el ser un compromiso definitivo, que se significa a través de la profesión perpetua.
f) Dimensión congregacional.
La consagración de las Esclavas de la Inmaculada Niña reviste un carácter peculiar; es decir, se especifica conforme al carisma especial que ellas han recibido del Espíritu; las habilita para vivir conforme a un estilo peculiar de vida y para dedicarse a una misión también peculiar a favor del reino de Dios.
Por la Consagración religiosa las Esclavas de la Inmaculada Niña:
- Realiza también el anonadamiento más radical porque también ellas, a imitación de Cristo, siervo anonadado, realizan la oblación total de su ser al Padre, asociándose al misterio de muerte y resurrección de Cristo.
- Cuentan con la presencia de María en el momento en que ante el altar realizan su consagración religiosa con el fin de llevar la consagración bautismal a la plenitud de sus exigencias: “María Inmaculada fue la perfecta consagrada a Dios y Ella es nuestro modelo”.
- Se unen especialmente a la Iglesia y su misterio mediante la caridad.
- Manifiestan la presencia en el mundo de las realidades futuras, y la supremacía de los valores del Reino.
- Reciben de Dios la vocación como un don definitivo, que exigen de parte de ellas una respuesta también definitiva y es la Iglesia quien confirma la consagración religiosa como respuesta definitiva a Dios, con un compromiso público tomado ante la Iglesia.