SÉPTIMO DÍA
NARDO
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coros de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvete de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
Como estrella gentil de la mañana
surge de Nazaret la Niña pura.
La dulce Niña que en edad temprana
llegó en amor a incomparable altura.
Su belleza es sin par; su alba frente
desciende en bucles su cabello de oro
más hermoso que el sol resplandeciente,
con más ondulación que el mar sonoro.
Cuna de perlas es su dulce boca,
y lecho de coral sus labios rojos,
y sabe traspasar la dura roca
con sólo una mirada de su ojos.
Pues esos ojos cándidos y bellos
miran alrededor con tal cariño,
que arrepentido se prosterna ante ellos
y se deshace en llanto como un niño.
Su mirar regenera y fortifica:
es tan casto, que ante él huye el pecado.
Es amor que engrandece y santifica
si de él el corazón queda inundado.
Por doquiera que va la Santa Niña
se lleva en pos de sí las voluntades.
¡Cómo hermosean sus galas la campiña!
¡Cómo alegra las tristes soledades!
El desierto del mundo, lo convierte
en oasis de paz y de ventura
si una sonrisa bondadosa vierte
por donde va, tan singular criatura.
¡Dichosa Nazaret que vio la aurora
más esplendente que en el mundo ha habido!
¡Dichosa la mansión encantadora
que fue de tal paloma el dulce nido!
¡Cuna feliz donde la Niña hermosa
durmió su primer sueño, acariciada
por la mano potente y generosa
de todo un Dios que la hizo Inmaculada!
¡Hogar bendito en que la luz del día
rompió las sombras de la noche oscura,
cuando la Niña, la sin par María
al mundo vino a darnos la ventura!
¡Dónde habrán la virtudes florecido
más que en tu patria, hermosa Nazarena,
si allí fue el huerto santo y bendecido
donde brotó tan cándida azucena!
Si allí se conocieron y se amaron
cuando al nacer les diste tú la vida,
y desde entonces por doquier brotaron
al calor de María recién nacida.
Al nacer tú, nació la fe bendita
faro de luz del hombre desterrado,
y con ella de amor, y la infinita
esperanza en Jesús crucificado.
Brotó en tu cuna la humildad sublime
que a la criatura eleva y purifica.
Sola virtud que salva y que redime
que al corazón levanta y santifica.
Sobre todos, la límpida pureza
floreció en torno de tu santa cuna,
y dio realce a tu sin par belleza,
ángel de luz, y casta cual ninguna.
Hoy te ofrezco unos nardos perfumados
más no tanto cual tú, Virgen María.
Permítele a mi amor que colocados
los deje a tus piecitos, Niña mía.
Y el aroma que exhalen, de tu cuna
convertido en plegaria suba al cielo,
y desde allí desciendan una a una
bendiciones sin fin para este suelo.
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre