CUARTO DÍA
MANTO AZUL
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coro de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desaparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvete de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
Con una flor del campo bien sencilla
vengo a ornar hoy tu altar, Virgen María.
Es una humilde y pobre campanilla
mas de color de cielo, Niña mía.
Le llaman: Manto de la Virgen pura.
De terciopelo azul es su corola,
Su suavidad, su gracia y su frescura
la quiere conservar para ti sola.
Ella es dichosa porque está vestida
del color de tu augusto y regio manto.
Del color de la banda que ceñida
llevas a tu cintura, dulce encanto.
Para indicar que Reina eres del cielo,
el firmamento azul con sus estrellas
te vistió, Niña hermosa, y con anhelo
depositó a tus pies sus galas bellas.
Puso su luna ante tus plantas puras
para que así tuvieras digna alfombra.
Hizo bajar al sol de las alturas
y sus rayos brillantes son tu sombra.
¡Clara estrella del mar! De esa grandeza
eres también la Reina soberana,
y sus cambiantes de oro o de turquesa
son tuyos, esplendor de la mañana!
El verde luz del alba, es la esperanza
que simbolizas tú, Niña María,
dulce aurora de paz y de bonanza,
lucero matinal, astro del día.
El zafiro purísimo que ofrece
en el atardecer, ese es tu manto,
asilo del mortal, que no perece
mientras está bajo tu amparo santo.
De sus espumas fabricó tu velo
y de sus perlas tu imperial diadema.
Perlas que tú vertiste en este suelo
en lentas horas de agonía suprema.
Perlas que se quedaron en el mundo
y recogió el Océano, Madre mía,
ávido de guardar en lo profundo
el tesoro del llanto de María.
Por eso el mar, la tierra, los espacios,
te ensalzan a toda hora en mil acentos,
y doquiera en tu honor se alzan palacios
que son de tu grandeza monumentos.
En los templos que a ti se han consagrado
cantan tus hijos todas tus victorias,
y en cada pecho amante han levantado
un trono para ti, para tus glorias.
Aquí también; humilde es la capilla
que guarda a la Niña encantadora,
mas en tu Esclavitud, perenne brilla
la llama de tu amor, Reina y Señora.
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre