DÍA TREINTA
AZALEAS
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coros de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvate de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
Había en cálido y rico invernadero
Mil arbustos de azaleas delicadas,
Por la mano de experto jardinero
En tiestos pequeñitos colocadas.
¡Qué verdor en sus hojas! ¡Qué frescura
En sus múltiples pétalos rosados!
¡Tan hermosos y llenos de tersura!
¡Tan exquisitos, puros y variados!
Vi algunas, de blancura inmaculada,
Como la de la cándida azucena,
Otras, como la rosa perfumada
Más roja que el coral, de encantos llena.
Unas, como la concha, sonrosadas,
Cual los celajes de apacible aurora;
Y otras, blancas de rojo salpicadas
Mezcla de sangre y lágrimas, Señora.
Al mirar aquel huerto, Reina mía,
Donde brillaban tan galanas flores,
Pensé en el Paraíso en que algún día
Espero disfrutar de tus amores.
Allí habrá flores bellas, perfumadas,
En aquel exquisito invernadero,
Por la mano graciosa colocadas
Del amable y Divino Jardinero.
Allí las almas vírgenes, las puras,
Serán de una blancura inmaculada,
Porque escalar supieron las alturas
En alas de virtud tan estimada.
Las esposas amantes, pudorosas,
Que un martirio sufrieron en la vida,
Serán esas azaleas tan hermosas
Con lágrimas y sangre enriquecidas.
Allí las que por Dios sacrificaron
Su existencia en el potro y en la hoguera,
Las que toda su sangre derramaron
Por confesar la fe, con fe sincera.
Color de fuego ostentarán gloriosas
Porque en él sin cesar se consumieron;
Porque en él se arrojaron valerosas
Y ensalzando a su Dios, en él murieron.
Y las otras, las dulce, las rosadas,
Las de color de aurora, Madre mía,
Serán las almas pobres, ignoradas,
Que no vieron la luz del mediodía.
Pero que siempre amantes y abnegadas
Cruzaron el desierto de la vida,
Cumpliendo sus deberes, consagradas
A su hogar y familia bendecida.
Todas esas azaleas venturosas
Traigo hoy a tus altares, Niña mía,
¡Son obra de tus manos candorosas!
¡Son prendas de tu amor, Virgen María!
Tu manto fue bendito invernadero
Que les dio abrigo contra el frío.
Las confió a ti el hábil jardinero
El Hijo de tu amor, el amor mío.
Por eso, es justo que en el cielo adornen
La gran corona de tu blanca frente,
Y con su luz esplendorosa formen
Un cerco de fulgor resplandeciente.
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre
Ellas te canten, Niña querida,
endechas tiernas de nuestro amor
dulces cantares de amor divino,
pura alabanza, grato loor,
mientras el alma con triste pena
ya se despide, adiós, adiós.