DÍA VEINTISIETE
TULIPÁN
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coros de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvate de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
El tulipán con su color de fuego
Nos habla de tu pecho enamorado.
Nos habla del amor, dulce sosiego
Del corazón que como el tuyo ha amado.
Amar tan sólo a Dios, y la existencia
Consagrársela a El con toda el alma
Buscando allí remedio a la dolencia
Que sin cesar perturba nuestra calma;
Amarlo solo a Él, por lo que vale,
Sin buscar recompensa en su ternura,
Padecer y sufrir sin que se exhale
Una queja del alma en la tortura;
Aceptar por su amor los sinsabores,
Los desprecios y los olvidos, la ignominia,
Sin desmayar jamás en los dolores,
Rica prenda es de amor, hermosa insignia;
Ese fue el amor tuyo, Madre mía,
Amor santo, perfecto, incomparable,
Amaste hasta llegar a la agonía,
Con tu esperanza en Dios inquebrantable.
Sufriste las miserias y amarguras
Del mundo desdichado en que vivías;
Y a pesar de gustar sus desventuras
No interrumpió tus santas alegrías.
En el templo, sonriente y candorosa
Sirviendo a Dios con fervoroso anhelo,
Corría tu infancia dulce y silenciosa
Como corre hacia el mar el arroyuelo.
Nunca ociosa se halló tu mano pura,
Abejita de aquel panal de amores;
Te criaste allí nutrida en la dulzura
De las gracias del cielo y sus favores.
Sacerdotisa hermosa y escogida,
Virgen entre las vírgenes prudente;
Siempre estuvo tu lámpara encendida
Delante del Señor Omnipotente.
Tu voluntad, era seguir la suya,
Su Cruz era tu cruz y tu reposo;
El se recreaba en la mirada tuya,
Como Padre, como Hijo, como Esposo.
Como Padre, jamás tuvo una Hija
Que como tú apreciara sus bondades;
Como Hijo, te encontró siempre en Él fija
Compañera en sus tristes soledades.
Le seguiste al destierro venturosa,
Le seguiste en sus públicas doctrinas,
Y de su vida oculta y trabajosa
Gozaron El y tú con las espinas.
Le acompañaste fiel hasta el Calvario
Y partiste su cruz cual Madre amante;
Y luego… fue tu corazón sagrario
Donde estuvo el Depósito constante.
Rico viril de la Hostia Inmaculada
Que cual prenda de amor se daría al mundo;
A tu Esposo ofreciste esa morada
En los coloquios de tu amor profundo.
Como Esposa, como Hija, como Madre,
No has tenido rival entre mujeres,
¡Reina del Cielo y del Eterno Padre
Infantita Divina, qué grande eres!
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre
Ellas te canten, Niña querida,
endechas tiernas de nuestro amor
dulces cantares de amor divino,
pura alabanza, grato loor,
mientras el alma con triste pena
ya se despide, adiós, adiós.