DÍA DIECIOCHO
MIRTO
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coros de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvate de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
Ángeles mil con cabelleras de oro
Y níveas olas de sin par albura,
En Nazaret buscaban un tesoro
Que Dios había mandado de la altura.
En pobre casa, de honradez modelo,
Acababa de ver a luz del día,
La gloria de Israel, por la que el cielo
De par en par sus puertas abriría.
En brazos de un varón esclarecido
Por la virtud de su alma y su nobleza,
La Niña celestial que había nacido
Reclinaba sonriente su cabeza.
De los brazos del padre afortunado
Pasó a los de la madre embelecida,
Vio el tesoro que Dios le había confiado,
Y bendijo el Autor de aquella vida.
Entre tanto, un celeste mensajero,
Absorto en esta estancia contemplaba
Mudo de admiración, aquel Lucero
Que del Empíreo al mundo Dios mandaba.
Miraba aquella flor del Paraíso,
Aquella joya de la real diadema,
Y se encontraba al ver aquel hechizo,
Aquella obra de Dios la más suprema.
¡Por fin bajó a la tierra el dulce encanto
A trocar en edén nuestro desierto;
Y fue su corazón benigno y santo
Del mísero mortal seguro puerto!
Rodeábanla en su cuna los querubes,
Y de su santa Madre en el regazo.
La subían en sus alas a las nubes
Y cuidaban también su primer paso.
¡Con qué embeleso mirarían sus ojos!
¡Con qué amor besarían sus manecitas!
Y en la sonrisa de sus labios rojos
Disfrutarían delicias infinitas.
Bendiciendo al Señor en todo instante
Que había formado en concepción tan pura,
A esa Niña hechicera, casta amante,
Alma perfecta, angelical criatura.
A esos ángeles ruego, Niña bella,
Que coronen tu frente de zafiros,
Y de brillantes formen una estrella
Y la ofrezcan unida a mis suspiros.
Sé que las joyas ante ti son nada,
Y que las flores pierden su belleza
Delante de la Reina Inmaculada
Que obtuvo desde Niña tal grandeza.
Mas, yo quiero obsequiarte en este día
Y de mirto he formado una corona
Acéptala, te ruega el alma mía
Y la pobreza de mi flor perdona.
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre
Ellas te canten, Niña querida,
endechas tiernas de nuestro amor
dulces cantares de amor divino,
pura alabanza, grato loor,
mientras el alma con triste pena
ya se despide, adiós, adiós.