DÍA DIECISIETE
GARDENIA
Himno:
Tanto amor, para Ti
mi pecho encierra
que obsequiarte quisiera Madre mía.
Mas… ¿puede dar la tierra
algo digno de ti Virgen María?
¿Existirá algo en este bajo suelo
para ofrecer a la Santa de las santas
si tiene allá en el cielo
coros de serafines a sus plantas?.
Lucirían en tu trono esas
estrellas que vistas desde aquí nos maravillan,
junto a ti serían bellas
si con la luz de tus pupilas brillan.
¿Tendrían valor las perfumadas rosas…?
cierto es que son vistosos sus colores,
Pero… ¿serán hermosas
al lado de la reina de las flores?
¡Si al ver el sol tu rubia cabellera
de ella recoge todos sus fulgores,
y la celeste esfera
a Ti debe sus puros resplandores!
Si de tu frente toma su pureza
el blanco lirio que entre espinas crece,
y toda su belleza
junto a la tuya, ¡oh Niña, desparece!
Si no tienen medida
¡oh Madre de mi amor tus perfecciones!
por eso en este mes que es todo tuyo
recibe nuestro amor, nuestro desvelo,
y sírvate de arrullo
nuestra oración que se levanta al cielo.
FLOR DEL DÍA:
Brillante espejo de bruñida plata
Es tu alba frente encantadora y pura,
Donde tu alma bendita se retrata
Pues no hay mancha que empañe su tersura.
Allí se leen los castos pensamientos
Que ocuparon tu mente, Madre amada,
Y que fueron en todos los momentos
Compañeros de tu alma inmaculada.
¡Cándido lirio de pureza lleno!
¡Del edén celestial mística rosa!
¡Blanca azucena del jardín ameno!
¿Quién te podrá ensalzar, si eres grandiosa?
¡Si nadie puede ver tu faz divina,
Sin quedar mudo, absorto, deslumbrado,
Pues tu casta belleza peregrina
A los ángeles mismos ha asombrado!
¡Si el que miró un destello solamente
De tu poder, de tu grandeza y gloria,
Quedó mudo de asombro, y reverente
Se prosternó ante ti, dice la historia!
¿Qué diré en tu loor, oh Reina mía?
Diré, que aunque no he visto tus encantos,
Te admiro, te amo, sin igual María,
Emperatriz del cielo de los santos!
Que tapicen tus hijos tus altares
Con pétalos purísimos de flores.
Que hoy te ofrezcan gardenias a millares
Salpicadas con lágrimas de amores.
Que alaben, la hermosa primavera,
Los sazonados frutos del Estío,
El otoño y su rica sementera,
Y las escarchas del invierno frío.
El océano con toda su grandeza
Y sus olas de espuma coronadas,
El firmamento azul con su belleza
Y sus hermosas nubes irisadas.
La luna, el sol, y los planetas todos,
A tus plantas estén, su Reina eres,
Y rindan homenaje de mil modos
¡A la pura entre todas las mujeres!
¡A la Niña, sencilla y candorosa!
¡A la humilde doncella enamorada!
¡A la Madre purísima, amorosa!
¡A la Virgen sublime, Inmaculada!
Al torrente de luz que desde el cielo
Baña al mundo infeliz, y lo ilumina,
Y con ese fulgor le da consuelo
Al que por sendas ásperas camina.
Todos le canten a la Virgen Santa
Que no tuvo al nacer más que pureza.
A la Madre de Dios, que con su planta
Quebrantó a la serpiente la cabeza.
¡Niña María, Estrella de Judea,
Quiero verte en el mundo venerada,
Y que en tu imagen milagrosa vea
Toda la gloria de que estás rodeada!
Si eres la Inmaculada pequeñita,
La preservada de la culpa y pena,
La que al primer instante fue bendita,
La Niña angelical, de gracia llena!
La escogida por Dios desde Ab-eterno
Para vida y salud de los mortales.
¡La de alma bella, y corazón tan tierno
Que tiene compasión de nuestros males!
¿Por qué no venerar tu santa Infancia,
Encantadora celestial criatura,
Y en la época feliz de la lactancia
Consagraste nuestra alma y su ternura?
¿No tiene tu niñez prerrogativas
Para hacerte acreedora a un culto santo,
Si en todo tiempo sin cesar cautivas
Y las virtudes son tu dulce encanto?
¿Por qué cuando a algún santo canonizan
Cuentan lo extraordinario desde niño,
Y sus horas constantes se deslizan,
Y no hay interrupción para el cariño?
Y en cambio, tú, que fuiste concebida
Sin culpa original, sin mancha alguna,
¿No tienes en tu infancia bendecida
El culto que tuyo es, desde la cuna?
¿Por qué esperar la edad, Virgen bendita,
De tu maternidad para ensalzarte?
¿Por qué no hemos de amarte pequeñita,
Y en tu cuna dulcísima arrullarte?
¿Por qué sólo a los ángeles del cielo
hemos de conceder tanta ventura,
Cuando tus hijos quieren desde el suelo
Llevar en brazos a su Niña pura?
¡Dulce Infantita, tus esclavas tienes
Que desde Niña te veneran y aman,
Y que no aspiran a tener más bienes
Que el yugo de tu amor, y ese reclaman!
Se harán pequeñas, velarán tu cuna,
Encantadora y virginal María,
Y allí las hallará la blanca luna
Y la radiante claridad del día.
¡Y a toda hora, y en todos los momentos,
Por tu amor sufrirán, ¡oh Madre amada!
¡Pidiendo sólo en premio a sus tormentos,
Proclamar que eres tú, la Inmaculada!
ORACIÓN FINAL:
Ave María, Gloria al Padre
De amores llena te traigo el alma,
Niña preciosa, dulce ilusión.
recibe ¡oh Reina, de mis amores
del alma nuestra, muy pobre don.
Niña celeste, del mundo encanto;
jarrón de flores tu pecho es,
permite ¡oh Reina!, que en él coloque la flor que ves.
Ave María, Gloria al Padre
Ellas te canten, Niña querida,
endechas tiernas de nuestro amor
dulces cantares de amor divino,
pura alabanza, grato loor,
mientras el alma con triste pena
ya se despide, adiós, adiós.