DIA 12 DE DICIEMBRE
Patrona de la América Latina
y de las Islas Filipinas
Fiesta (en México: Solemnidad)
Según una constante y sólida tradición, la imagen de la Virgen de Guadalupe, a raíz de su impresión en la tilma del indio Juan Diego en 1531, en la ciudad de México, permaneció algunos días en la capilla episcopal del obispo fray Juan de Zumárraga, y luego en el templo mayor. El 26 de diciembre de ese mismo año fue trasladada solemnemente a una ermita construida al pie del cerro del Tepeyac. Su culto se propagó rápidamente e influyó mucho para la difusión de la fe entre los indígenas. Después de habérsele construido sucesivamente otros tres templos al pie del cerro, se construyó el que fue terminado en 1709 y elevado a la categoría de basílica por san Pio X en 1904, En 1754, Benedicto XIV confirmó el patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda la Nueva España (desde Arizona hasta Costa Rica) y concedió la primera misa y Oficio propios. Puerto Rico la proclamó su Patrona en 1758. El 12 de octubre de 1895 tuvo lugar la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII, el cual había aprobado un año antes un nuevo Oficio propio. En 1910, san Pío X la proclamó Patrona de la América Latina; en 1935, Pío XI la nombró Patrona de las Islas Filipinas; y, en 1945, Pío XII le dio el título de Emperatriz de América.
La veneración a la Virgen de Guadalupe despierta en el pueblo una grande confianza filial hacia ella, ya que se presenta solícita para dar auxilio y defensa en las tribulaciones; es, además, un impulso hacia la práctica de la caridad cristina, al mostrar la predilección de María por los humildes y necesitados, y su disposición en remediar sus angustias.
I Vísperas
Las I Vísperas sólo se dicen en México y en aquellas iglesias en las que la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe se celebra como solemnidad.
HIMNO
Como a Belén llegaste a dar a luz al Hijo,
del Padre la sustancia, de tu carne vestido,
al Tepeyac desciendes por engendrar al indio
al amor de una patria y a la fe en Jesucristo.
A prueba de unas rosas nacidas del invierno,
tú pides que se erija en la colina un templo;
de tu vientre nos naces a doble alumbramiento,
flor de patria mestiza y fruto de Evangelio.
Diego cree que en su ayate va una carga de rosas,
que a vista del obispo como argumento arroja;
sólo una Rosa impresa de tez moreno asoma,
a pinceles pintada por Quién pintó la aurora.
Danos la paz y el trigo, Señora y Niña nuestra,
una patria que sume hogar, templo y escuela,
un pan que alcance a todos y una fe que se encienda
por tus manos unidas, por tus ojos de estrella. Amén.
Ant. 1. ¿Qué es eso que sube del desierto, como nube de incienso y de mirra y de perfumes preciosos?
Salmo 112
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestros,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en su casa,
como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¿Qué es eso que sube del desierto, como nube de incienso y de mirra y de perfumes preciosos?
Ant. 2. Brotan flores en el páramo, y las colinas se ciñen de alegría.
Salmo 147
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hilo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten,
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Brotan flores en el páramo, y las colinas se ciñen de alegría.
Ant. 3. Serás como huerto bien regado, como manantial cuyas aguas nunca faltan.
Cántico
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Serás como huerto bien regado, como manantial cuyas aguas nunca faltan.
LECTURA BREVE Ap 11, 19-12, 1
Se abrió el santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el santuario, y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, temblor de tierra y fuerte granizada. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
RESPONSORIO BREVE
V. Transformará el desierto en un jardín,
Y hará brotar fuentes de la roca.
R. Transformará el desierto en un jardín,
Y hará brotar fuentes de la roca.
V. Habrá allí regocijo y cantos de alegría.
R. Y hará brotar fuentes de la roca.
V. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Transformará el desierto e un jardín,
Y hará brotar fuentes de la roca.
CANTICO EVANGELICO
Magníficat, ant. Soy morena pero hermosa, como las tiendas del desierto, como los pabellones de Salomón, pues el sol me ha bronceado.
Magníficat
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación de generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Soy morena pero hermosa, como las tiendas del desierto, como los pabellones de Salomón, pues el sol me ha bronceado.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas a Dios, que quiso enviarnos a la Santísima Virgen María para darnos consuelo en nuestras penas y llevarnos hacia él; pidámosle confiadamente:
Concédenos su amor, auxilio y defensa.
Tú que has hecho surgir a la Santísima Virgen María como el sol sobre los montes para iluminar a tu Iglesia,
– haz que, bajo el influjo de su belleza y de su amor, reine la justicia y la paz en todo el mundo.
Señor, Dios nuestro, que quisiste que la Madre de su Hijo imprimiera su figura en el ayate del indio Juan Diego y tomara nuestros rasgos,
– haz que copiemos en nosotros sus virtudes y su amor hacia los pobres y desamparados.
Tú que, por medio de María, convertiste la aridez del Tepeyac en jardín florido y perfumado,
– transforma a nuestro pueblo, por medio de ella, en un plantío fecundo de verdaderos cristianos.
Haz que aprendamos de Juan Diego la sencillez y la humildad,
– la constancia en el sufrimiento y la fidelidad a tu santísima Madre.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que has constituido a la Virgen María como protectora de todos lo que la invoquen y en ella confíen,
– haz llegar la luz de su consuelo hasta los miembros de tu pueblo santo que ya han salido de este mundo.
Unidos fraternalmente bajo la protección maternal de María, digamos a Dios con profunda confianza filial: Padre nuestro.
Oración
Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros, hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Invitatorio
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos sala;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Porque el Señor es un Dios grande,
Soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
<< No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Durante cuarenta años
Aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.” >>
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre Virgen María.
Oficio de lectura
HIMNO
Eres mujer de casa y, además, peregrina,
dedicada a lo tuyo como madre y esposa,
pero sigues la huella por donde Dios camina
y estás de corazón en cada cosa.
Estás en la montaña antes del alba,
-que el amor te apresure-,
y en cualquier otro Belén por esperar que nazca
de nuevo Dios, y preparar su cuna.
Te haces de nuestra raza,
pronuncias nuestra lengua con dulzura
y nos pides te hagamos una Casa
para en ella mostrarnos tu sin igual ternura.
Bajas, subes, que para eso eres ave,
ayer por el Calvario y por el cielo,
hoy por la patria suave,
y en pos de ti volamos en tu vuelo.
Gloria demos al Padre que no tuvo principio,
gloria perenne a Cristo, que es el Hijo del Padre,
y al Espíritu Santo, Consolador divino.
¡Que todo el universo los aclame! Amén.
Ant. 1. Tu sol ya no se pondrá, ni menguará tu luna.
Los salmos se toman del Común de la Santísima Virgen María
Ant. 2. Mirad que ya viene mi hijo el más pequeño, saltando sobre los montes, brincando por las colinas, como un ágil cervatillo.
Ant. 3. Salgamos al campo, madruguemos para ver las viñas, para ver si las vides ya florecen y echan flores los granados: ahí te mostraré mi amor.
V. Señora de los jardines, mis compañeros te escuchan.
R. Déjanos oír tu voz.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías
52, 7. 9-10, 10ª. 11b-14ª. 15<, 55, 3b. 12b-13
SOBRE LOS MONTES SE ANUNCIÓ LA PAZ
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la dicha, anuncia la salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios»!
Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a la vista de todas las naciones y han contemplado los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.
«Podrán correrse los montes—dice el Señor–, podrán moverse las colinas, pero mi amor nunca se apartará de ti. Yo asentaré tus piedras sobre jaspe y tus cimientos sobre zafiro. Te pondré almenas de rubíes y puertas de esmeralda, y haré tus murallas con piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del Señor y su dicha será inmensa. Serás consolidada en la justicia. Si alguien te ataca, no será de parte mía; cualquier que te ataque, contra ti se estrellará. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna».
Los montes y colinas romperán a cantar ante vosotros con gritos de alegría, y aplaudirán los árboles del campo. En lugar del espino crecerá el ciprés, en lugar de la ortiga crecerán los mirtos.
Será esto para gloria del Señor, para señal eterna que jamás se borrará.
Responsorio Sal 22, 4; 108, 22; Is 66, 13; Sal 120, 6
R. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna: aunque camines por cañadas oscuras, aunque te sientas pobre y desdichado y lleves traspasado el corazón.
V. Como una madre acaricia a un hijo, así yo os consolaré.
R. aunque camines por cañadas oscuras, aunque te sientas pobre y desdichado y lleves traspasado el corazón.
SEGUNDA LECTURA
Del Nicán Mopohua, relato del escritor indígena del siglo dieciséis Don Antonio Valeriano
(«Nicán Mopohua», 12ª. Edición Buena Prensa, México, D.F., 1971, pp.3-19.21)
LA VOZ DE LA TORTOLA SE ESCUCHADO
EN NUESTRA TIERRA.
Un sábado de mil quinientos treinta y uno, a pocos días del mes de diciembre, un indio de nombre Juan Diego iba muy de madrugada al pueblo en que residía a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino y a escuchar los mandatos de Dios. Al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyac, amanecía, y escuchó que le llamaban de arriba del cerrillo:
<Juanito, Juan Dieguito.>
Él subió a la cumbre y vio a una señora de sobrehumana grandeza, cuyo vestido era radiante como el sol, la cual, con palabra muy blanda y cortés, le dijo:
<Juanito, el más pequeño de mis hijos, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en el mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen. Ve al Obispo de México a manifestarle lo que mucho deseo. Anda y por en ello todo tu esfuerzo.
Cuando llegó Juan Diego a presencia del Obispo don fray Juan de Zumárraga, religioso de san Francisco, éste pareció no darle crédito y le respondió:
«Otra vez vendrás y te oiré más despacio.»
Juan Diego volvió a la cumbre del cerrillo, donde la Señora del Cielo le estaba esperando, y le dijo:
«Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Obispo, pero pareció que no lo tuvo por cierto. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de los principales que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy sólo un hombrecillo.»
Ella le respondió: «Mucho te ruego hijo mío el más pequeño, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo y le digas que yo en persona, la siempre Virgen santa María, Madre de Dios, soy quién te envió.»
Pero al día siguiente, domingo, el Obispo tampoco le dio crédito y le dijo que era muy necearía alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del Cielo. Y le despidió.
El lunes, Juan Diego ya no volvió. Su tío Juan Bernardino se puso muy grave y, por la noche, le rogó que fuera a Tlatelolco muy de madrugada a llamar un sacerdote que fuera a confesarle.
Salió Juan Diego el martes, pero dio vuelta al cerrillo y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no lo detuviera la Señora del Cielo. Más ella le salió al encuentro a un lado de cerro y le dijo:
«Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura en mi regazo? No te aflija la enfermedad de tu tío. Está seguro de que ya sanó. Sube ahora, hijo mío, a la cumbre del cerrillo, donde hallarás diferentes flores; córtalas y tráelas a mi presencia.»
Cuando Juan Diego llegó a la cumbre, se asombró muchísimo de que hubiesen brotado tantas exquisitas rosas de Castilla, porque a la sazón encrudecía el hielo, y las llegó en los pliegues de su tilma a la Señora del Cielo.
Ella le dijo:
«Hijo mío, ésta es la prueba y señal que llevarás al Obispo para que vea en ella mi voluntad. Tú eres mi embajador y digno de confianza.»
Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo, le dijo:
«Señor, hice lo que me ordenaste. La Señora del Cielo condescendió a tu recado y lo cumplió. Me despachó a la cumbre del cerrillo a que fuese a cortar varias rosas de Castilla, y me dijo que te las trajera y que a ti en persona te las diera. Y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad. Helas aquí: recíbelas.»
Desenvolvió luego su blanca manta, y, así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Catilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre virgen santa María, Madre de Dios, de la manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyac.
La ciudad entera se conmovió, y venía a ver y a admirar su devota imagen y a hacerle oración, y, siguiendo el mandato que la misma Señora del Cielo diera a Juan Bernardino cuando le devolvió la salud, se le nombró, como bien había de nombrarse: «la siempre Virgen santa María de Guadalupe.»
Responsorio Ct 2, 14; Ap 12, 1
R. Paloma mía, que anida en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura. *Déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu semblante.
V. Y una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
R. Déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu semblante.
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O bien esta otra:
Del Mensaje del papa Pablo sexto al pueblo mexicano
(L’Osservatore Romano, 18 de octubre de 1970)
EL MEJOR HOMENAJE A MARIA: AMAR A DIOS Y AL PROJIMO
Amadísimos hijos, deseamos unir nuestra voz a ese himno filial que el pueblo mexicano eleva hoy a la Madre de Dios. La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe debe ser para todos vosotros una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana. La corona que ella espera de todos vosotros no es tanto una corona material, sino una preciosa corona espiritual, formada por un profundo amor a Cristo y por un sincero amor a todos los hombres: los dos mandamientos que resumen el mensaje evangélico. La misma Virgen Santísima, con su ejemplo, nos guía en estos dos caminos.
En primer lugar, nos pide que hagamos de Cristo el centro y la cumbre de toda nuestra vida cristiana. Ella misma se oculta, con suprema humildad, para que la figura de su Hijo aparezca a los hombres con todo su incomparable fulgor. Por eso, la misma devoción mariana alcanza su plenitud y su expresión más exacta cuando es un camino hacia el Señor y dirige todo el amor hacia él, como ella supo hacerlo, al entrelazar en un mismo impulso la ternura de madre y la piedad de creatura.
Pero además, y precisamente porque amaba tan entrañablemente a Cristo, nuestra Madre cumplió cabalmente ese segundo mandamiento que debe ser la norma de todas las relaciones humanas: el amor al prójimo. ¡Qué bella y delicada intervención de María en las bodas de Caná, cuando mueve a su Hijo a realizar el primer milagro de convertir el agua en vino, sólo para ayudar a aquellos jóvenes esposos! Es todo un signo del constante amor de la Virgen Santísima por la humanidad necesitada, y debe ser un ejemplo para todos los que quieren considerarse verdaderamente hijos suyos.
Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado; no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga estando marginada a las ventajas de la civilización y del progreso. Por ese motivo, en esta fiesta tan señalada, os exhortamos de corazón a dar a vuestra vida cristiana un marcado sentido social –como el Concilio-, que os haga estar siempre en primera línea en todos los esfuerzos para el progreso y en todas las iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad. Ved en cada hombre un hermano, y en cada hermano a Cristo, de manera que el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en un mismo amor, vivo y operante, que es lo único que puede redimir las miserias del mundo, renovándolo en su raíz más honda el corazón del hombre.
El que tiene mucho que sea consciente de su obligación de servir y de contribuir con generosidad para el bien de todos. El que tiene poco o no tiene nada que, mediante la ayuda de una sociedad justa, se esfuerce en superarse y en elevarse a sí mismo y aun en cooperar al progreso de los que sufren su misma situación. Y, todos, sentid el deber de uniros fraternalmente para ayudar a forjar ese mundo nuevo que anhela la humanidad.
Esto es lo que hoy os pide la Virgen de Guadalupe, ésta la fidelidad al Evangelio, de la que ella supo ser el ejemplo eminente.
Sobre vosotros, muy queridos hijos, imploramos confiado la maternal benevolencia de la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, para que siga protegiendo a vuestra nación y la dirija e impulse cada vez más por los caminos del progreso, del amor fraterno y de la pacífica convivencia.
Responsorio Mt 22, 37-38: 1Jn 4, 20; cf. Mt 25, 40
R. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente: éste es el principal y el primero de los mandamientos. Pero * si alguno dice: <Yo amo a Dios>, y no ama a su hermano, está mintiendo.
V. Todo lo que hacéis a uno de estos mis humildes hermanos, a mi me lo hacéis.
R. Si alguno dice: <Yo amo a Dios>, y no ama a su hermano, está mintiendo.
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Después del segundo responsorio se dice el himno Señor Dios eterno
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
Oración
Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Laudes
Himno
Ayer, Alba en el alba, subiste presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anunciar al indio que en sus ratos acervos
jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,
has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú, defensa y refugio!
Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y substancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.
Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos.
Amén.
Ant. 1. ¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
Mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¿Quién es esa que surge como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas?
Ant. 2. Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive.
Cántico
Toda la creación alabe al Señor
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Ant. Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive
Ant. 3. Como el águila incita a volar a sus polluelos y revolotea sobre el nido, así extendió ella sus alas y los llevó sobre el plumaje.
Salmo 149
Alegría de los santos
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Como el águila incita a volar a sus polluelos y revolotea sobre el nido, así extendió ella sus alas y los llevó sobre el plumaje.
LECTURA BREVE Cf. Sir 50, 5-10
¡Qué majestuosa cuando salía detrás del velo! Como estrella matutina en medio de las nubes, como la luna en los días de plenilunio, como el sol cuando brilla sobre el templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria, como flor de rosal en primavera, como lirio junto a un manantial, como vaso de oro macizo adornado con piedras preciosas.
RESPONSORIO BREVE
V. Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?
R. Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?
V. Señor, por ti madrugo, dame una señal propicia.
R. ¿De dónde me vendrá el auxilio?
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Levanto mis ojos a los montes
¿de dónde me vendrá el auxilio?
CANTICO EVANGELICO.
Benedictus, ant. Sube a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén, di a las ciudades de Judá: <¡Aquí está vuestro Dios! Como un pastor pastorea a su pueblo.>
Benedictus
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
Porque ha visitado y redimido a su pueblo,
Suscitándonos una fuerza de salvación
En la casa de David, su siervo,
Según lo había predicho desde antiguo
Por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
Y de la mano de todos los que nos odian;
Realizando la misericordia
Que tuvo con nuestro padres,
Recordando su santa alianza
Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
Arrancados de la mano de los enemigos,
Le sirvamos con santidad y justicia,
En su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
Porque irás delante del Señor
A preparar sus caminos,
Anunciando a su pueblo la salvación,
El perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Nos visitará el sol que nace de lo alto,
Para iluminar a los que viven en tinieblas
Y en sombra de muerte,
Para guiar nuestros pasos
Por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sube a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén, di a las ciudades de Judá: <¡Aquí está vuestro Dios! Como un pastor pastorea a su pueblo.>
PRECES
Alabemos a Dios Padre todopoderoso, el Creador por quien se vive, y digámosle:
Señor, por quien vivimos, escucha nuestras plegarias.
Bendito seas, Señor del universo, que en tu inmensa piedad nos enviaste a la Madre de tu Hijo,
– para llamarnos a la fe y hacernos ingresar a tu pueblo santo.
Te bendecimos, Señor, porque ocultaste tu mensaje a los sabios y prudentes según el mundo
– y lo revelaste a los pequeños, a los que son tenidos por insignificantes y despreciables.
Concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tuyos muy dignos de confianza,
– que llevemos a todos los hombres y a todas las naciones tu mensaje de amor y de paz.
Tú que, con la presencia de María, haces brillar los riscos como perlas y las espinas como el oro,
– haz que el amor de la Santísima Virgen María nos transforme en otros Cristos.
Haz que, como Juan Diego, seamos siempre fieles al culto divino y a tus mandatos,
– para que merezcamos, también nosotros, que la Virgen María nos salga al paso en el camino de nuestra vida.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con la confianza que nos da la predilección mostrada por la santa Madre de Dios hacia nosotros, digámosle al Padre de los Cielos, con profundo amor filial: Padre nuestro.
Oración
Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Hora intermedia
Los salmos se toman de la salmodia complementaria.
TERCIA
En lugar del salmo 121, que se dice en las II Vísperas, puede tomarse el salmo 128
Ant. Brotan flores en los campos, y el arrullo de la tórtola se ha escuchado en nuestra tierra.
LECTURA BREVE Os 11, 4
Era yo para ellos como quien levanta a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia ellos para darles de comer.
V. No ha hecho cosa semejante con ninguna otra nación.
R. Nos ha robado el corazón
con una sola de sus miradas.
La oración conclusiva como en las Laudes.
SEXTA
Ant. Ella es más bella que el sol, supera a todas las constelaciones; comparada con la luz, sale ella vencedora.
LECTURA BREVE Sir 24, 18. 23
Ha surgido como una palmera de Engandí, como rosal de Jericó, como gallardo olivo en la llanura: mis flores y mis frutos son bellos y abundantes.
V. Un panal que destila con tus labios.
R. Tu nombre es como un bálsamo fragante.
La oración conclusiva como en las Laudes.
NONA
En lugar del salmo 126, que se dice en las II Vísperas, puede tomarse el salmo 130
Ant. Pondré entre ellos mi morada, y enjugaré toda lágrima de sus ojos.
LECTURA BREVE
Acrecentaste su gozo, hiciste inmensa su alegría: se han regocijado al verte como se alegran en la siega, como se gozan los que reparten el botín.
V. El pueblo que caminaba en tinieblas
Vio una grande luz.
R. Sobre los que vivían en tierra de sombras
Brilló un intenso resplandor.
La oración conclusiva como en las Laudes.
II VÍSPERAS
HIMNO
Morenez de morena hermosura,
no nevado candor de jazmín;
si amalgama, crisol que madura
nuestra sed del Amor, mar sin fin.
Ella es reina, nosotros vasallos;
ella es río, nosotros la sed;
ella estrella, nosotros los rayos;
ella nave, nosotros la red.
Sobre el surco del llanto, sus ojos,
sobre el hambre de Madre, su amor;
sus dos manos, un viento de rezos,
en la noche de América, sol.
Cuando el valle se viste de sombras
y el silencio es la voz del hogar,
te loamos, Señor, que te nombras
el Amor no agotado de amar. Amén.
Ant. 1. He elegido y santificado este lugar, para que en él permanezca mi nombre para siempre y estén fijos en él mis ojos y mi corazón.
Salmo 121
¡Qué alegría cuando me dijeron:
<<Vamos a la casa del Señor>>!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
<<Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.>>
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: <<La paz contigo.>>
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. He elegido y santificado este lugar, para que en él permanezca mi nombre para siempre y estén fijos en él mis ojos y mi corazón.
Ant. 2.- Reconozcan, Señor, que aquí está su mano, que eres tú quien lo ha hecho.
Salmo 126
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reconozcan, Señor, que aquí está tu mano, que eres tú quien lo ha hecho.
Ant. 3. El gorrión ha encontrado una casa, y la tórtola ha hallado un nido para colocar a sus polluelos.
Cántico
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El gorrión ha encontrado una casa, y la tórtola ha hallado un nido para colocar a sus polluelos.
LECTURA BREVE
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos.»
RESPONSORIO BREVE
V. Se levantaron sus hijos,
y la proclamaron bienaventurada.
R. Se levantaron sus hijos,
y la proclamaron bienaventurada.
V. Ella abrió sus labios con sabiduría
y su lengua pronunció palabras de amor.
R. Y la proclamaron bienaventurada.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se levantaron los hijos,
y la proclamaron bienaventurada.
CANTICO EVANGELICO
Magníficat, ant. Las aguas torrenciales no han podido apagar el amor, ni los ríos extinguirlo.
Magníficat
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación de generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Las aguas torrenciales no han podido apagar el amor, ni los ríos extinguirlo.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas a Dios, que quiso enviarnos a la Santísima Virgen María para darnos consuelo en nuestras penas y llevarnos hacia él; pidámosle confiadamente:
Concédenos su amor, auxilio y defensa.
Tú que has hecho surgir a la Santísima Virgen María como el sol sobre los montes para iluminar a tu Iglesia,
– haz que, bajo el influjo de su belleza y de su amor, reine la justicia y la paz en todo el mundo.
Señor, Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo imprimiera su figura en el ayate del indio Juan Diego y tomara nuestros rasgos,
– haz que copiemos en nosotros sus virtudes y su amor hacia los pobres y desamparados.
Tú que, por medio de María, convertiste la aridez del Tepeyac en jardín florido perfumado,
– transforma a nuestro pueblo, por medio de ella, en un plantío fecundo de verdaderos cristianos.
Haz que aprendamos de Juan Diego la sencillez y la humildad,
– la constancia en el sufrimiento y la fidelidad a tu santísima Madre.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que has constituido a la Virgen María como protectora de todos los que la invoquen y en ella confíen,
– haz llegar la luz de su consuelo hasta los miembros de tu pueblo santo que ya han salido de este mundo.
Unidos fraternalmente bajo la protección maternal de María, digamos a Dios con profunda confianza filial: Padre Nuestro.
ORACION
Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo la protección maternal de la siempre Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, permanecer siempre firmes en la fe y servir con sincero amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo.