CAMINO DE PASCUA A PENTECOSTÉS
Día 9: Jesús es Señor
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Invocación
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Himno
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén
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Oración para todos los días
Oh Señor, el día de tu Ascensión dijiste a los Apóstoles: “Esperen la promesa que les hice de parte del Padre”. Con la fe puesta en tu promesa espero con amor la venida de tu Espíritu. Haz que durante estos cincuenta días persevere en oración junto con tu madre María, para que se realicen en mi vida las mismas maravillas del día de Pentecostés. Te lo pido, Padre, por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Silencio y/o reflexión compartida)
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Lectura de la palabra de Dios
“Por eso les hago saber que nadie, hablando bajo el impulso del Espíritu de Dios, dice: “¡Maldito sea Jesús!”; y nadie puede decir “Jesús es Señor”, sino es por el impulso del Espíritu Santo” (1Cor. 12,3)
(Silencio y/o reflexión compartida).
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Preces
Señor resucitado, dame tu Espíritu:
– Para que mi vida confirme la fe que tengo en ti.
– Para que nunca me avergüence de tu nombre.
– Para que siempre te confiese como Señor de mi vida.
(Preces libres)
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Padrenuestro
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Oración final
Oh Dios, tu palabra afirma que quien cree en tu Hijo y lo confiesa con su boca, está salvo y tiene vida eterna. Te pido que nunca me avergüence de su nombre y que, por la fuerza del Espíritu Santo, proclame con la palabra y con la vida que Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. Amén.
(Antonio García, cp. Orar en el Espíritu, Venezuela 2004, pp.99-100)