PENTECOSTÉS
1.- Invocación
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
2.- Himno
¡Oh, bienvenido seas,
Paráclito eternal, que con tus dones
nos nutres y recreas!
lluevan tus bendiciones
sobre nuestros contritos corazones.
Si alguna vez caemos,
tú a levantarnos ven, y tú nos guías
y alumbras si no vemos,
y, si el pecho se enfría,
ven y tu calor santo en él envía.
Ven y nos fortaleces,
si alguna vez nuestro valor flaquea,
y tu ley enderece
el pie, si se ladea,
si tímido se para o titubea.
El fuego centelleante,
que sobre los apóstoles ardía,
al pecho de diamante,
al alma seca y fría,
ablande y dé calor en este día.
Y unidos y enlazados
en tus lazos, Amor omnipotente,
de pueblos apartados
haz una sola gente,
un corazón, un alma solamente. Amén.
(Silencio y/o reflexión compartida)
3.- Lectura de la Palabra de Dios
“Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo”. (1Cor. 2,13-16)
(Silencio y/o reflexión compartida)
4.- CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, toma mi vida. Te la consagro con todas sus realidades y acontecimientos.
Báñame con tu gracia; enciéndeme con el fuego de tu amor y úngeme con el bálsamo de tu presencia. Todo mi ser lo pongo en el fuego de tu Ser; conviérteme al amor del Padre, para que se cumpla en mí su voluntad; transfórmame en Cristo, para que obre en mí la nueva creación; moldéame a tu gusto y hazme transparencia del Señor.
Tú eres el huésped de mi corazón, el maestro de mi vida, mi guía interior. Tú eres el mejor regalo de Cristo resucitado, primicia de su Pascua y prenda de salvación.
No me dejes nunca. Enséñame el camino del seguimiento de Jesús. Regálame tus dones para que comprenda y viva el espíritu del evangelio y sea testigo de la caridad del Señor.
Dame docilidad a tus mociones y que nunca apague tu voz dentro de mí. Ayúdame para que en este día dé frutos de amor y de alegría; de paciencia y de paz; de comprensión y bondad; de fidelidad, de mansedumbre y de dominio de mí.
Concédeme vivir la sabiduría de la cruz, para que, crucificado con Cristo, mi yo pecador resucite a la vida nueva, lleno de gozo del Señor.
5.- Oración final:
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre el pueblo santo de Dios y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, las mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Por Cristo nuestro Señor. Amén.