CAMINO DE PASCUA A PENTECOSTÉS
Día 41: Cristo es nuestra vida
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Invocación
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Himno
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén
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Oración para todos los días
Oh Señor, el día de tu Ascensión dijiste a los Apóstoles: “Esperen la promesa que les hice de parte del Padre”. Con la fe puesta en tu promesa espero con amor la venida de tu Espíritu. Haz que durante estos cincuenta días persevere en oración junto con tu madre María, para que se realicen en mi vida las mismas maravillas del día de Pentecostés. Te lo pido, Padre, por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Silencio y/o reflexión compartida)
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Lectura de la palabra de Dios
“Yo me alegro, y seguiré alegrándome. Porque sé que esto será para mi bien gracias a vuestras oraciones y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo. Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia”. (Flp. 1,18-19.21)
(Silencio y/o reflexión compartida).
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Preces
Oh Señor, ayúdame con la luz del Espíritu:
– A valorar los dones de tu Espíritu en mí y en las demás personas.
– A colaborar con cuantos se dedican al anuncio del evangelio.
– A comprender que Cristo es mi única ganancia cierta y eterna.
(Preces libres)
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Padrenuestro
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Oración final
Oh Dios y Padre de todos los hombres, tanto amaste al mundo que enviaste a tu Hijo para que todos se salvaran y nadie se perdiera; concédeme por el Espíritu Santo entrar en el corazón de tu Hijo para conocerlo en su interioridad y amarlo como la mejor ganancia de mi vida. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.