CAMINO DE PASCUA A PENTECOSTÉS
Día 26: La cosecha del Espíritu es la Vida
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Invocación
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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Himno
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
Según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
Dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén
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Oración para todos los días
Oh Señor, el día de tu Ascensión dijiste a los Apóstoles: “Esperen la promesa que les hice de parte del Padre”. Con la fe puesta en tu promesa espero con amor la venida de tu Espíritu. Haz que durante estos cincuenta días persevere en oración junto con tu madre María, para que se realicen en mi vida las mismas maravillas del día de Pentecostés. Te lo pido, Padre, por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Silencio y/o reflexión compartida)
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Lectura de la palabra de Dios
“No os engañéis: de Dios nadie se burla. Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembra para la carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”. (Gal. 6,7-8)
(Silencio y/o reflexión compartida).
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Preces
Oh Dios y Padre nuestro, concédeme:
– Recibir la palabra de Dios con fe y con perseverancia.
– Que mi vida sea una siembra de justicia.
– Cosechar en el Espíritu vida abundante y eterna.
(Preces libres)
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Padrenuestro
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Oración final
Oh Dios nuestro, tú sabes bien que con demasiada frecuencia mi vida no responde a tu amor y en vez de cosechar frutos de vida, recojo frutos de muerte. Dame tu Espíritu para que él transforme mi corazón y sea siembra de tu Reino en el mundo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
(Antonio García, cp. Orar en el Espíritu, Venezuela 2004, pp.123-124)