En silencio, con María
María, la Madre de Jesús, que es también nuestra Madre porque nos ha sido entregada como tal al pie de la cruz, en Juan fuimos entregados a ella como hijos, y en Juan la acogemos como Madre, sufre el dolor más grande que una madre pueda sufrir: la muerte de su hijo. Ha perdido al hijo que iba de un lugar a otro, curando, haciendo milagros, enseñando, que aunque ya no vivía con ella podía ir a buscarlo, escucharlo, verlo quizá de lejos, lo ha perdido y las cosas ya no volverán a ser igual; su Hijo vive, sí, pero de manera diferente. ¿Has experimentado una pérdida irreparable?, las cosas jamás volverán a ser igual, puedes experimentar un inmenso dolor. Acércate como un niño pequeño a los brazos de esta tierna Madre, ella te comprende, sabe lo que es sufrir, lo que es perder algo y Alguien muy, pero muy querido. En nuestro camino de fe, siempre habrá pérdidas muy dolorosas, y más dolorosas serán cuanto más nos resistamos a soltarlas, si nos atrevemos a dejarlas en manos de Dios nos encontraremos con que recuperaremos eso que hemos perdido transformado, jamás serán las cosas igual, serán diferentes y más hermosas. (Edith Fernández)
Tu corazón está silencioso, ama en silencio.
Te has asomado al brocal de la cruz,
donde se ha escondido el rostro de tu Hijo.
Acostumbrada a saborear en el silencio todo lo de Dios,
para dar una oportunidad al amor,
te callas ahora en lo más hondo.
Silencio no es ausencia,
es tu forma de implicarte en lo que ha sucedido.
¿Cómo es tu diálogo con Jesús en el silencio?
¿Qué le dices al Hijo de tus entrañas?
Sus gestos, su palabra, su mirada…
se te metieron muy en los adentros.
¿Cómo entrar en la hondura y estar contigo?
¿Cómo callar contigo y esperar
que la luz venga pronto y la palabra?
Ayúdanos, María, a estar contigo.
¿Qué palabras guardas de Jesús? ¿De qué te acuerdas?
Siempre fuiste corazón abierto a la palabra,
seguidora de Jesús en los caminos.
El Espíritu fue tejiendo día a día,
en tus entrañas al Niño de la paz,
al peregrino de amor por los caminos.
¿Qué te resuena, dentro, en el silencio?
Dínoslo, María, en esta hora.
¿De quién te acuerdas hoy? ¿Quién está cerca?
Tú, María, solidaria, acogedora de lágrimas y esperas.
¿ves cómo te crece la nueva humanidad en el silencio?
¿Haces tuya la nueva maternidad encomendada?
Madre de Jesús, Madre de todos,
tu amor rompe todas las fronteras,
fe y amor habitan tu silencio.
Enséñanos, María, a ser fecundos.
¿Por qué le han matado?, te preguntas.
¿Por qué han clavado a mi amor en una cruz?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¡Cómo ha sido posible tanta cruz!
¿Dónde encuentra su asiento la esperanza?
¿Cuándo se alzarán los dinteles de la muerte?
El ángel de nuevo se te acerca
con otra anunciación, otra alegría.
¡Alégrate, te dice, en esta hora!
Y tú de nuevo, crees lo que oyes
y empiezan a brotar en ti las flores.
Y de nuevo, gustosa, nos anuncias
el gozo del Espíritu entrañable,
el dolor ya presiente otra venida.
Y a una espera insospechada nos invitas,
Tu corazón se convierte en casa abierta,
para ver el milagro de la luz.
Contigo, juntos, en Iglesia nos reunimos,
en soledad sonora estamos todos.
La espera se hace grande por momentos,
la alegría se escapa ya de sus mazmorras,
¡Cristo viene, llega, resucita!