Jesús ha dicho insistentemente que no le quitan la vida, que él la entrega libremente, y lo demuestra en el hecho de que no son los demás los que deciden en qué momento él tiene que morir, es el mismo Jesús que va dando pasos firmes hacia el Calvario, comienza por dar instrucciones a sus discípulos para ir por el borrico y se deja aclamar por la gente, pero dicha aclamación está lejos de la esencia del hecho, es más bien fruto de un contagio tumultuoso y emotivo, los corazones no están en sintonía con el corazón de Jesús, no hay un solo corazón que comprenda y acompañe ese divino Corazón que va pasando por en medio de la gente solo, “como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. (Is. 55,9) Necesitamos despojarnos de nuestros pensamientos, de nuestros criterios, queremos escoger la mejor palma, la más grande, las más hermosa, levantarla más alto que mi prójimo de mi lado…
¿A quién estamos aclamando? ¿Qué provecho vamos a tener por seguirle? ¿De qué privilegios gozaremos? ¿Qué espero de él?
“¡Que viva mi Cristo!, ¡Que viva mi Rey!, que impere do quiera triunfante su ley…”
Te invito a que hoy, bueno, esta Semana Santa, pongas tu vida en las manos de Cristo, tu tiempo, tus proyectos, tus planes, tus vacaciones… ¿dejarás que por un día o por una semana Él disponga de tu agenda, que sean sus criterios los que te guíen, sus deseos?
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!